miércoles, mayo 03, 2006

Profesional

Y ahí delante estaba ella. Hacía mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, la vez en que juntos compartimos sudores y pensamientos, la vez en que pensé que me había enamorado (qué ingenuo), la vez en que nos prometimos amor eterno y que decidimos que a partir de entonces nada nos separaría. Sólo bastó una mañana para desengañarnos y decidir que cada uno seguiría su camino.

Sin embargo al volver a verla, el hechizo renació, ahora no era la chorrada que sentimos en aquel momento... pero como describirlo (¿y para qué?) cuando el final estaba tan cerca.

Hablamos durante largo rato hasta que ella se derrumbó y entre lágrimas, me contaba lo desdichada que era. Estaba preciosa con ese vestido rojo con el que se le marcaban sus bragas de encaje, tampoco había que fijarse mucho para darse cuenta de que no llevaba sujetador. Estaría muy triste y desolada, sí, pero seguía siendo la misma guarrilla con la que me acosté. En aquella azotea, su silueta se recortaba contra la luna llena y el viento parecía que intentaba acariciar su rubio pelo rizado.

Quedaba poco tiempo, así que me acerqué aún más, la estreché contra mis brazos y ella no opuso ninguna resistencia, sentí como se endurecían sus pechos y eso, y el contacto del metal en mi espalda me puso cachondo. Me volvería a acostar con ella y esta vez sería yo quien la dejase tirada como a un perro, pero debía cumplir con el trabajo. La besé, nos fundimos durante varios minutos mientras ella parecía que quería rellenarme el esófago con su lengua. Cogí cuidadosamente mi pistola de la espalda y disparé en su sien mientras seguía sintiendo el calor de sus labios contra los míos.

- Lo siento, nena, pero soy un profesional.

No hubo remordimientos.

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